lunes, 5 de noviembre de 2007

¿Por qué nos gustan los 80?



1. Por comparación con los 90, La Década Nula.

2. Porque es lo más lejano al 2001 que recordamos, y nos da por creer que el mundo era tan tranquilo como la urbanización residencial de "Las chicas de oro". Sí, una época relajadita, con Reagan y la guerra de las galaxias, con Tatcher, con el Líbano y Afganistán, con Jomeini...

3. Porque la identificamos como Los Años Irresponsables. Aún merendábamos y nuestra única meta vital eran los dibujos de la tarde. Si la hubiéramos vivido con nuestra edad actual, habríamos tenido que trabajar en un mundo sin ordenadores, comer en un mundo sin curry, y follar sin que Internet o los canales de pago nos hubieran enseñado cómo. Y todo eso con hombreras.

4. Porque entonces Michael J. Fox aún podía dibujar una línea recta, Winona aún podía entrar en los malls, River no se había ahogado en su vómito, y Robert Downey no tenía ala propia en la Betty Ford.

5. Porque creemos que "en los ochenta, la música era música", y que todo era Depeche Mode y Ultravox. Pero bajemos la mirada, unamos nuestras manos, y pensemos en Estefanía de Mónaco y en los hijos de la Dúrcal haciendo duetos.

6. Porque recordamos los 80 norteamericanos. Citas con Molly Ringwald, batidos de fresa con John Cusack, fiestas locas en casas de ocho plantas el fin de semana sin padres, coches deportivos a los 16, proyectos de ciencias, bailes de fin de curso en el gimnasio, animadoras y jugadores de fútbol americano, nerds reconvertidos... ¿Qué tal Bertín Osborne como sex-symbol nacional, comedia madrileña de Colomo con camisas floreadas y cuerpos-escombro, Obús en la radio, un SEAT a los 20, tantos yonkis como nunca, hermosotas reuniones nostálgicas en la plaza de Oriente, y Chema el panadero como referente masculino?

7. Porque en realidad sabemos todo esto, y también que no van a volver nunca, así que es un amor sin riesgo, como el recordar a un tío segundo muerto olvidándose de su halitosis, para quedarse con aquel buen chiste que contó borracho en la boda de una prima tercera.

Qué majo era. Pero nunca iríamos al Hades a buscarlo.