domingo, 10 de febrero de 2008

De fetos, o "Juno: another indie movie"

Propongo a Zucker hacer un spoof sobre películas indies. Puede que sólo nos riéramos la mitad pero, material para la parodia, hay. Le hago parte del trabajo.

Receta para el Sleeper Amable:

1. Localícese en una población pequeña de EEUU. Una localidad algo paletilla y que no dé opciones de medrar.

2. Sitúese en los 90. Aunque transcurra en los 00. Siempre son los 90 en las películas indies.

3. Reúnase un grupo de actores mayoritariamente desconocidos. Los pocos que sean algo famosetes tienen que ser ajenos a la producción indie (al proceso se le llama "reconvertirse en actor de culto"). A todo el mundo le sorprenderá verlos en una peli así ("¡Hey, la Elektra al lado de una camisa de franela!").

4. Créase en el género humano por encima de todas las cosas. Aunque cada uno de los personajes tenga sus cosillas en un principio, siempre termina resultando que todo el mundo es bueno y blando como la miga. Hay más malvados en una película de Nancy Meyers; y va en serio.



To er mundo e güeno en los indie sleepers.

5. Priorícese la salida fabulosa (o "alternativa", como la música aburrida) sobre la verosimilitud. Hay que vender realismo pero, justo cuando no nos miren, saquemos un conejo de la chistera. Aunque eso mande la lógica a tomar por saco. Por ejemplo: una niña muy lista decide pasar por un embarazo sólo porque oye música de laca de uñas en el centro de abortos. Muy lógico. Ese día Diablo estuvo más en el peep show que delante del laptop.

6. Mézclense estéticas. "Anacronismo" es el concepto clave. Los 70, los 80 y los 90 campan libremente. ¿Razones? El puntito masturbatorio de estos guiones con respecto a la cultura pop y a los gustos del propio escritor, y la consciencia de que quien va a ver estas películas ronda los 30 y es más nostálgico que sus padres.


La grunge y McEnroe. ¿Y el Delorean?

7. Háblese de temas dramáticos con el tono de una charla de "Clerks". Más que nada, para hacer sentir al espectador que no se le está manejando emocionalmente (el lema básico es: Usted ha de sentirse inteligente y majete por haber elegido ver esta película). Para no quedar trascendentes, y mantener su tono de "película pequeña", la anécdota y la charla pop deben sobrevolar todo el rato. Hay que salir de los Renoir soltando incongruencias del tipo "lo sencillo es lo más complejo".

8. Musicalícese todo mucho. El guionista debe sentirse libre de utilizar la película como excusa para hacer una compilación de las Canciones de su Vida, aunque para eso sus protagonistas tengan que ser adolescentes que escuchen música de cualquier época menos de la suya. Es de ley que exista un personaje con el que tener, al menos, un diálogo friki-apasionado sobre música/cómics/cine.


Frikis en silencio. Raro.

9. Hágase amar a la "Norteamérica real". Estas películas son la parcelita de reconciliación entre los progres europeos y los EEUU. En parte porque esos progres creen que les están vendiendo una moral izquierdista, y en parte porque se tragan eso de "inesperado éxito de película indie", con lo que se creen apoyando un lado alternativo de la industria yankee. Mira tú por dónde, cada año por estas fechas hay un "sleeper amable" que arrasa; llámenme conspindienoica.



FE DE FETOS:

- No pienso que "Juno" sea una mala película. Está bien, bastante bien a ratos. Pero la han hinchado como al Hindenburg. Y empieza a notarse el patrón.


- Si alguien está lo suficientemente confundido como para pensar que "Juno" le va a enseñar algo sobre la fémina y la gestación, que se pase a la sala de al lado y vea "4 meses, 3 semanas y 2 días". Aviso: no suena Sonic Youth.

lunes, 4 de febrero de 2008

Qué grande



Umberto Eco llama apocalípticos a aquellos que reniegan de la cultura de masas (fin de la cultura de élite, comienzo del fin) para verse a sí mismos varios escaloncitos por encima de la muchedumbre. Nosotros no nos sentimos identificados con ese elitismo; todos somos muy pop y muy irónicos, y decimos "qué grande es (Chuck Norris)" o, la expresión superficial por excelencia, "me encanta (Naranjito)".

Pero, como en todo, llega un momento en que la benevolencia pop se queda atrás, y hay que dar la consabida vuelta de tuerca, y preguntarse "¿Nos gusta realmente X, o estamos jugando a modernos?".

Fui a ver "John Rambo" con la intención de no jugar a moderna, y de ser todo lo crítica que fuera necesario, a pesar enfrentarme a un enorme mito pop. Y salí pensando que, o el pop me está absorbiendo y ya no tengo perspectiva o, joder, Rambo es grande.


Con J.R., mejor dejarse la garganta en casa.


Me explico: "John Rambo" es una película de alivios.

1. El alivio informático: una película de acción sin hackers, centro de operaciones con rádares ni científico-nerd con camisa hawaiana. Hacía (mucho) tiempo.

2. El alivio moral: no hay discurso con trompetita de fondo (ay, Bill Pullman) para justificar lo que ocurre en la película. John Rambo se psicoanaliza a sí mismo mientras trabaja en la fragua (¿esperabais un divancito?) y hace, al fin, el outing definitivo de todo el cine de acción de los ochenta, al admitir que no mata con la excusa de un ideal; mata por vicio.

3. El alivio del minutaje: 90 minutos. Nada de dejar de sentir el culo, ni de acumulación infinita de finales, ni de hacer cálculos mentales acerca de cuánto puede quedar según el punto de giro que nos acaban de meter.

4. El (no) alivio sexual: a la mierda las parejas imposibles entre héroes en decadencia y jóvenes hermosas. La chica es un incentivo creíble para un Rambo que vive entre tailandeses de charca y serpientes, pero la cosa de ahí no pasa. Sly conoce sus limitaciones, y ésa es la clave de todo.

5. El alivio genérico. He leído que "John Rambo" es un "Objetivo: Birmania" meets "Holocausto canibal". Va a ser que sí. Pero más allá de las vísceras, no hay mezcolanza posmoderna de géneros, y lo único que ayuda a situar a la película fuera de los ochenta es que ya no hay chulería fascista reaganiana; el héroe está echando barriga y haciendo recuento de todos los muertos que lleva encima.

Como perlita, el momento en el que Rambo recuerda que siempre ha tenido, así, un mal pronto, y para ilustrar sus palabras se nos muestra un montaje de imágenes de sus anteriores películas, con un Sly jovenzuelo. Es decir: lo que Truffaut hizo con Antoine Doinel, Stallone lo hace consigo mismo.

Me encanta.